Después de dos años del anuncio de la aplicación de una medida de carácter extraordinaria y temporal, como es el régimen de excepción, y del inicio de una serie de reformas a la legislación penal que atentan contra la presunción de inocencia y el derecho de defensa, entre otras garantías del debido proceso, el Estado salvadoreño persiste en evadir sus obligaciones internacionales en materia de derechos humanos al sostener estas medidas como el principal elemento en su estrategia de seguridad.
No puede ser un éxito reducir la violencia pandilleril sustituyéndola por violencia estatal.
Ana Piquer, directora para las Américas de Amnistía Internacional
La suspensión de derechos que de acuerdo con los estándares internacionales deben garantizarse bajo cualquier circunstancia, tales como el derecho a un juicio justo, el principio de legalidad en materia penal, y la prohibición de la tortura y de la discriminación, son acciones que no pueden justificarse bajo ninguna circunstancia, ni contexto. Esta decisión ignora deliberadamente las numerosas denuncias de graves violaciones a los derechos humanos señaladas por organizaciones de la sociedad civil salvadoreña. Y también desestima los repetidos llamamientos de atención y preocupación expresados por los mecanismos regionales y universales quienes han hecho hincapié en la crisis de derechos humanos generada por la desproporcionalidad de las medidas de emergencia y el nuevo marco legal, implementadas desde el fin de marzo de 2022.
“La persistencia del gobierno de Nayib Bukele en mantener el régimen de excepción, la adopción de medidas desproporcionadas, y la negación, minimización y ocultamiento de las graves violaciones de derechos humanos denunciadas, revela su falta de voluntad para cumplir con su deber de respetar y promover los derechos humanos en el país. Además, demuestra su incapacidad para diseñar medidas integrales de largo plazo que aborden las causas subyacentes de la violencia y la criminalidad, sin forzar a la población a elegir entre seguridad y libertad”, dijo Ana Piquer, directora para las Américas de Amnistía Internacional.
Hasta febrero de 2024, movimientos de víctimas, organizaciones de derechos humanos locales y reportes de medios registraron 327 casos de desapariciones forzadas, más de 78,000 detenciones arbitrarias, con un total de aproximadamente 102 mil personas privadas de libertad en el país, una situación de hacinamiento carcelario del 148% aproximadamente, y al menos 235 muertes bajo custodia estatal.
A esto se suma la precarización y el aumento del riesgo que en este contexto está sufriendo las personas defensoras y cualquier voz disidente o crítica, ante la instrumentalización del régimen para criminalizarlas. Actualmente, organizaciones locales dan cuenta de 34 casos de este tipo, la última el de una madre buscadora, Verónica Delgado capturada el pasado 11 de marzo de 2024.
La comunidad internacional debe reaccionar de manera robusta, articulada y contundente para condenar cualquier modelo de seguridad pública que se base en la violación de los derechos humanos.
Ana Piquer, directora para las Américas de Amnistía Internacional
Lamentablemente, la tendencia del Estado Salvadoreño a minimizar, ocultar, deslegitimar y negar los señalamientos provenientes de diversos actores, tanto nacionales como internacionales, con respecto a las graves violaciones que se han documentado en El Salvador, sugiere que durante el segundo mandato del presidente Bukele podría haber una profundización de la crisis que se ha observado durante los últimos años. De no corregir el rumbo, la instrumentalización del proceso penal y la instauración de una política de tortura en el sistema penitenciario podrían perpetuarse, provocando un aumento en las ya alarmantes cifras de violaciones al debido proceso, muertes bajo custodia del Estado y la precarización de la situación de las personas privadas de libertad.
“Sin ningún tipo de evaluación y contrapeso al interior del país y con una respuesta tímida de parte de la comunidad internacional, se ha generado la ilusión errónea de que el presidente Bukele ha encontrado la fórmula mágica para resolver problemas muy complejos – como el de la violencia y la criminalidad –, de manera aparentemente sencilla. Sin embargo, no puede ser un éxito reducir la violencia pandilleril sustituyéndola por violencia estatal. Las autoridades salvadoreñas deben centrar la respuesta estatal en políticas integrales y respetuosas de los derechos humanos y la búsqueda de soluciones de largo plazo”, dijo Ana Piquer.
“La comunidad internacional debe reaccionar de manera robusta, articulada y contundente para condenar cualquier modelo de seguridad pública que se base en la violación de los derechos humanos.”