Las autoridades israelíes están utilizando un sistema experimental de reconocimiento facial conocido como Red Wolf para rastrear a palestinos y palestinas y automatizar las duras restricciones a la libertad de circulación impuestas a esta población. Así lo ha manifestado Amnistía Internacional hoy. En un nuevo informe titulado Apartheid Automatizado, la organización documenta cómo Red Wolf forma parte de una red de vigilancia cada vez más grande que está afianzando el control del gobierno de Israel sobre la población palestina, y que ayuda a mantener el sistema de apartheid israelí. Red Wolf se ha desplegado en los controles militares de la ciudad de Hebrón, en la Cisjordania ocupada, donde escanea los rostros de personas palestinas y los añade, sin su consentimiento, a enormes bases de datos de vigilancia.
Amnistía Internacional también ha documentado cómo se ha incrementado el uso, por parte de Israel, de tecnología de reconocimiento facial contra la población palestina en la Jerusalén Oriental ocupada, especialmente tras las protestas y en las zonas que rodean los asentamientos ilegales. Tanto en Hebrón como en la Jerusalén Oriental ocupada, la tecnología de reconocimiento facial se basa en una densa red de cámaras de televisión de circuito cerrado destinadas a mantener a la población palestina bajo una observación casi constante. Apartheid Automatizado muestra cómo esta vigilancia forma parte de un intento deliberado de las autoridades israelíes de crear un entorno hostil y coercitivo para palestinos y palestinas, con el fin de reducir al mínimo su presencia en zonas estratégicas.
“Las autoridades israelíes están utilizando sofisticadas herramientas de vigilancia para impulsar la segregación y el apartheid automatizado contra la población palestina. En el sector H2 de Hebrón hemos documentado la forma en que un nuevo sistema de reconocimiento facial llamado Red Wolf está reforzando las draconianas restricciones a la libertad de circulación de las personas palestinas, utilizando datos biométricos adquiridos ilegítimamente para vigilar y controlar los movimientos de la población palestina en la ciudad”, ha manifestado Agnès Callamard, secretaria general de Amnistía Internacional.
“Hemos oído de boca de residentes palestinos de la Jerusalén Oriental ocupada y de Hebrón cómo las omnipresentes cámaras de vigilancia han invadido su privacidad, han reprimido el activismo, han erosionado la vida social y les han dejado una sensación de exposición constante. Además de la continua amenaza de fuerza física excesiva y detención arbitraria, los palestinos y palestinas deben ahora hacer frente al riesgo de que les rastree un algoritmo, o de que les impidan entrar en su propio barrio a causa de la información almacenada en bases de datos discriminatorias de vigilancia. Esta es la ilustración más reciente de por qué la tecnología de reconocimiento facial, cuando se utiliza para vigilancia, es incompatible con los derechos humanos.”
Amnistía Internacional pide a las autoridades israelíes que pongan fin a la vigilancia tanto masiva como selectiva de personas palestinas y levanten las restricciones arbitrarias que han impuesto a la libertad de circulación de la población palestina en los Territorios Palestinos Ocupados, como medidas necesarias para desmantelar el apartheid.
Amnistía Internacional también pide la prohibición total del desarrollo, la venta y el uso de tecnología de reconocimiento facial con fines de vigilancia. La organización ha documentado recientemente riesgos para los derechos humanos vinculados a la tecnología de reconocimiento facial en India y en Estados Unidos, como parte de su campaña Veto al escaneo.
Apartheid Automatizado se centra en Hebrón y Jerusalén Oriental, las únicas ciudades de los Territorios Palestinos Ocupados que tienen asentamientos israelíes dentro de sus límites. El informe se basa en datos recopilados durante una investigación llevada a cabo sobre el terreno en 2022 —incluidas entrevistas con residentes palestinos—, análisis de material procedente de fuentes abiertas y testimonios de militares y exmilitares israelíes. Estos testimonios fueron proporcionados por la organización israelí Breaking the Silence, y se utilizaron para corroborar las conclusiones de Amnistía Internacional sobre cómo funcionan los sistemas de reconocimiento facial de Israel.
Red Wolf
En virtud de un acuerdo establecido en 1997 entre las autoridades israelíes y la Organización para la Liberación de Palestina, Hebrón se dividió en dos sectores, conocidos como H1 y H2. H1, que constituye el 80% de la ciudad, está administrado por las autoridades palestinas, mientras que Israel mantiene el control total de H2, que incluye la Ciudad Vieja. En H2 viven unas 33.000 personas palestinas, junto con aproximadamente 800 colonos israelíes que residen ilegalmente en al menos siete enclaves de asentamientos.
La población palestina que residen en H2 está sometida a draconianas restricciones de circulación. No se le permite acceder a ciertas carreteras, que sólo están abiertas para los colonos israelíes, y hay una red de controles militares y otros obstáculos que dificultan seriamente su vida cotidiana. Los colonos israelíes de Hebrón viajan por carreteras diferentes a las de la población palestina y no tiene que usar los puestos de control.
Apartheid Automatizado revela la existencia de un sistema de reconocimiento facial, del que no se había informado y que utiliza el ejército israelí, llamado Red Wolf, que está desplegado en controles de Hebrón.
Existen fuertes indicios que sugieren que Red Wolf está vinculado con otros dos sistemas de vigilancia gestionados por el ejército: Wolf Pack y Blue Wolf. Wolf Pack es una enorme base de datos que contiene toda la información disponible sobre las personas palestinas de los Territorios Palestinos Ocupados; esa información incluye el lugar donde viven, quiénes son sus familiares y si las autoridades israelíes las buscan para interrogatorio. Blue Wolf es una aplicación a la que las fuerzas israelíes pueden acceder a través de smartphones y tabletas y que puede mostrar inmediatamente la información almacenada en la base de datos de Wolf Pack.
Cuando una persona palestina atraviesa un control en el que está funcionando Red Wolf, le escanean el rostro, sin su conocimiento ni su consentimiento, y lo comparan con entradas biométricas de bases de datos que contienen exclusivamente información sobre palestinos y palestinas. Red Wolf utiliza estos datos para determinar si una persona puede pasar un control, y registra automáticamente los datos biométricos de cualquier rostro nuevo que escanea. Si no existe registro de una persona, le niega el paso. Red Wolf también podría negar la entrada basándose en otra información almacenada en perfiles palestinos, por ejemplo si a una persona se la busca para interrogatorio o detención.
A medida que pasa el tiempo, Red Wolf va ampliando su base de datos de rostros palestinos. En un testimonio prestado a Breaking the Silence, un mando israelí destinado en Hebrón contó que a los soldados se les encarga adiestrar y optimizar el algoritmo de reconocimiento facial de Red Wolf para que empiece a reconocer rostros sin necesidad de intervención humana.
Amnistía Internacional incluso ha documentado, mediante el testimonio proporcionado por personal militar, cómo se ha ludificado la vigilancia de la población palestina. Por ejemplo, dos soldados destinados en Hebrón en 2020 contaron que la aplicación Blue Wolf genera clasificaciones basadas en el número de personas palestinas registradas, y los mandos israelíes premian al batallón que obtenga la puntuación más alta. De esta manera, los soldados israelíes tienen un incentivo para mantener a la población palestina bajo observación constante.
Cámaras por todas partes
Amnistía Internacional también ha documentado cómo los sistemas de reconocimiento facial por inteligencia artificial utilizados por Israel se basan en una enorme infraestructura física de hardware de vigilancia.
El ejército israelí ha descrito Hebrón como una “ciudad inteligente”. La realidad es que las calles están llenas de cámaras de vigilancia montadas en costados de edificios, farolas, torres de vigilancia y tejados, que agravan la ya drástica segregación que existe en la ciudad. Para la población palestina, la vigilancia omnipresente ha intensificado la sensación de que algunas zonas de H2 le están prohibidas, incluso zonas que están a tan sólo unos metros de su casa.
El barrio de Tel Rumeida está cerca del Control 56, fuertemente equipado con al menos 24 dispositivos de vigilancia audiovisual y otros sensores. Eyad, residente de Tel Rumeida, describió cómo la instalación del Control 56 en la antaño próspera calle Shuhada, unida a la fuerte presencia militar y a casi 30 años de restricciones a la circulación y cierres forzosos de negocios palestinos, ha “matado toda forma de vida social”.
Eyad también describió la manera en que los soldados israelíes parecen basarse en el sistema de reconocimiento facial, identificado por Amnistía Internacional como Red Wolf, para impedir a los residentes el regreso a sus casas:
“[Los soldados israelíes] te dicen que tu nombre no está en la base de datos, tan sencillo como eso, y que no tienes permiso para pasar a tu casa”.
Ciudad Vieja, tecnología nueva
En la Jerusalén Oriental ocupada, en la Ciudad Vieja, Israel mantiene una red de miles de cámaras de videovigilancia conocida como Mabat 2000. Desde 2017, las autoridades israelíes han ido modernizando este sistema para mejorar su capacidad de reconocimiento facial y conseguir un poder de vigilancia sin precedentes.
Amnistía Internacional hizo un mapa de las cámaras de videovigilancia en un área de 10 kilómetros cuadrados en la Jerusalén Oriental ocupada, incluidas la Ciudad Vieja y Sheikh Jarrah, y concluyó que había una o dos cámaras cada cinco metros.
Las autoridades israelíes han llenado de nuevas herramientas de vigilancia lugares de importancia cultural y política, como la Puerta de Damasco (por la que se entra a la Ciudad Vieja), que ha sido tradicionalmente un lugar en el que la población palestina se reunía y celebraba protestas.
Esta gran cantidad de cámaras ha tenido un fuerte impacto en la población palestina, tal como explicaba Neda, una residente:
“Me observan todo el tiempo […] Me siento realmente mal cuando estoy en la calle. Cada vez que veo una cámara, me pongo nerviosa. Es como si te trataran todo el tiempo como a un objetivo”.
Esta vigilancia masiva viola el derecho a la privacidad, a la igualdad y a la no discriminación. También tiene un efecto inhibidor en el derecho a la libertad de expresión y de reunión pacífica, pues disuade a la población palestina de protestar e intensifica una atmósfera de miedo y represión.
Como un periodista palestino contó a Amnistía Internacional:
“Quienes se manifiestan saben que, aunque no los detengan allí mismo, sus caras serán captadas por las cámaras y puede que los detengan más tarde”.
En los barrios de Sheikh Jarrah y Silwan, el número de cámaras de videovigilancia aumentó considerablemente tras las protestas de 2021 contra el desalojo forzoso de familias palestinas para dejar espacio a los colonos.
Amnistía Internacional documentó también la manera en que la continua expansión de la vigilancia en la Jerusalén Oriental ocupada, una ciudad anexionada ilegalmente, consolida digitalmente el dominio de control israelí, y ayuda a promover los objetivos ilícitos de vigilancia de los colonos ilegales. La vigilancia no sólo disuade de las protestas contra la ampliación de los asentamientos, sino que tanto las autoridades como los colonos israelíes han instalado además infraestructura adicional de vigilancia en torno a zonas cercanas a asentamientos ilegales.
Proveedores de vigilancia
Amnistía Internacional no puede afirmar con certeza qué empresas están proporcionando a las autoridades israelíes software de reconocimiento facial. No obstante, los equipos de investigación han identificado a proveedores de varias cámaras que han encontrado en la Jerusalén Oriental ocupada. Han documentado cámaras de videovigilancia de alta resolución fabricadas por la empresa china Hikvision instaladas en zonas residenciales y montadas en infraestructura militar; algunos de estos modelos, según la propia publicidad comercial de Hikvision, pueden conectarse con software externo de reconocimiento facial. Amnistía Internacional también ha identificado cámaras fabricadas por una empresa neerlandesa llamada TKH Security, situadas en espacios públicos y montadas en infraestructura policial.
Amnistía Internacional escribió a las dos empresas para expresar su preocupación por el peligro de que sus productos se utilicen con el sistema Mabat 2000 para llevar a cabo reconocimiento facial de personas palestinas y estén vinculados a abusos contra los derechos humanos. Amnistía Internacional también solicitó información sobre los procesos de diligencia debida de las empresas. Ninguna de las dos pudo describir cómo había cumplido, o estaba cumpliendo, sus obligaciones en materia de derechos humanos respecto a estas ventas de alto riesgo.
Según el sitio web de TKH Security, en 2017 una empresa israelí llamada Mal-Tech Technological Solutions (Mal-Tech) se convirtió en su distribuidor oficial para el mercado israelí. En su respuesta a Amnistía Internacional, TKH Security dijo que “no ha hecho negocios con Mal-Tech en los últimos años” y que actualmente no tiene una relación empresarial directa con las fuerzas de seguridad israelíes. TKH Security no respondió a las peticiones adicionales de aclaración realizadas por Amnistía Internacional. Hikvision no respondió a ninguna de las preguntas de Amnistía Internacional.
“Hikvision y TKH Security deben comprometerse a garantizar que su tecnología no se utiliza para mantener o afianzar el sistema de apartheid de Israel contra la población palestina”, ha manifestado Agnès Callamard
“Deben dejar de suministrar cualquier tecnología que las autoridades israelíes utilicen para mantener los asentamientos ilegales —que constituyen crímenes de guerra en virtud del derecho internacional— y garantizar que sólo venden a clientes que respetan los derechos humanos.”
Información complementaria
En 2022, Amnistía Internacional publicó un informe en el que se documentaba cómo Israel aplica un sistema institucionalizado de opresión y dominación contra la población palestina que constituye apartheid en virtud del derecho internacional. Este sistema se ha impuesto contra la población palestina donde quiera que Israel tiene control sobre sus derechos y se mantiene con violaciones de derechos humanos que constituyen apartheid como crimen de lesa humanidad según las definiciones del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional y la Convención contra el Apartheid.
En virtud del derecho internacional de los derechos humanos, la injerencia del Estado en el derecho a la privacidad debe ser un medio demostrablemente necesario y proporcionado para alcanzar un objetivo legítimo. El uso por parte de Israel de la vigilancia contra la población palestina no cumple estos criterios; además, ayuda a restringir la libertad de circulación en el contexto de una ocupación prolongada, un asentamiento ilegal o una anexión, afianza la segregación y fragmentación del pueblo palestino y, en última instancia, contribuye a mantener el sistema de apartheid israelí.