“La deplorable situación de los derechos de las personas transgénero a la atención de la salud, la vivienda y el empleo en Asia y Oceanía empeoró en los momentos más difíciles de la pandemia de COVID-19”, ha declarado hoy Amnistía Internacional. La organización pide a los gobiernos de la región —y de todo el mundo— que garanticen que han aprendido la lección para que no se deje atrás a las personas transgénero en emergencias sanitarias y desastres naturales futuros.
En su informe “Con pandemia o sin ella, tenemos derecho a vivir”, Amnistía Internacional ha documentado la discriminación, la violencia y la marginación sufridas por las personas transgénero en 15 países: Bangladesh, China continental, Corea del Sur, Filipinas, India, Indonesia, Japón, Malasia, Pakistán, Singapur, Sri Lanka, Tailandia, Taiwán, Tonga y Vietnam. En él, revela que las personas transgénero sufrieron de manera desproporcionada bajo las restricciones impuestas para frenar la propagación del virus, al tiempo que se las excluía de recibir la asistencia gubernamental para ayudar a la población a lidiar con las consecuencias de la pandemia.
“La pandemia y las respuestas de los gobiernos a ella han dejado al descubierto los numerosos obstáculos que las personas transgénero y de género diverso deben afrontar a diario en Asia y Oceanía para cubrir sus necesidades básicas. Incluso antes del primer brote de COVID-19, las personas transgénero tenían dificultades para encontrar una vivienda segura, empleo en el sector estructurado y atención médica adecuada, pero la pandemia incrementó aun más su vulnerabilidad”, ha afirmado Nadia Rahman, investigadora y asesora de política sobre género de Amnistía Internacional.
“La pandemia debería ser una llamada de atención a los gobiernos para que creen economías y sociedades más inclusivas y sostenibles para las personas trans y de género diverso, sobre todo frente a las futuras crisis sanitarias y climáticas. El primer paso es garantizar que las personas puedan cambiar fácil y rápidamente su nombre y género legales en los documentos de identidad oficiales, lo que es crucial para que accedan a su derecho a servicios básicos cotidianamente.”
Como los confinamientos se decretaron en los momentos más difíciles de la pandemia, las personas transgénero afrontaron numerosas dificultades, como pérdida de ingresos, inseguridad alimentaria, falta de acceso a una vivienda segura, problemas para acceder a tratamientos de afirmación de género, aumento de la violencia intrafamiliar y ausencia notable del apoyo de protecciones sociales. Todo ello forma parte de problemas sistémicos que los Estados de la región deben abordar urgentemente para cumplir con sus obligaciones de derechos humanos.
‘Sin dinero y con hambre’
La discriminación y el estigma dan lugar a que la inmensa mayoría de las personas transgénero de la región trabajen en el sector informal sin ninguna estabilidad o protección laboral, ni prestaciones sociales. Por ejemplo, en Filipinas, Corea del Sur y Vietnam, las mujeres trans contaron a Amnistía Internacional que actuar en locales de entretenimiento, trabajar en el sector hostelero, dedicarse al trabajo sexual y participar en concursos de belleza eran a menudo las únicas vías que tenían para poder ganarse la vida.
En Bangladesh, India y Pakistán, muchas mujeres transgénero ganan dinero desempeñando funciones ceremoniales en bodas y nacimientos, como trabajadoras sexuales o mendigando en las calles. Cuando se impusieron los confinamientos, muchas de ellas perdieron su única fuente de ingresos.
Una mujer trans de Bangladesh contó a Amnistía Internacional: “Ninguna empresa ordinaria nos contrata. Se nos considera ‘malditas’ y ‘tabú’. No hay datos gubernamentales sobre las personas trans. ONG y personas que ejercen el activismo hablaron con aproximadamente 1.500 mujeres trans [durante la pandemia de COVID-19] y [casi todas] nos dijeron que estaban viviendo en unas condiciones miserables, sin dinero y con hambre”.
Obstáculos para acceder a atención médica
Personas transgénero de Asia y Oceanía denunciaron que de manera habitual son objeto de faltas de respeto, ausencia de intimidad y confidencialidad y que, en muchos casos, se les niegan totalmente los cuidados cuando buscan atención médica.
También hay falta de profesionales de la salud con formación en atención sanitaria específica para las personas trans, como la regulación de hormonas y otros tratamientos de afirmación de género. Como consecuencia de ello, muchas personas transgénero acuden a Internet o a vendedores del mercado negro para informarse sobre medicamentos y sus efectos secundarios.
Acceder a hormonas fue incluso más difícil para las personas trans durante la pandemia; muchas de ellas sostienen que la interrupción de sus tratamientos de afirmación de género les causaron síntomas de ansiedad y depresión.
“La principal dificultad que han afrontado los hombres trans es hacerse con medicamentos de hormonas. Cuando sus reservas de hormonas se agotaron, no pudieron ir al hospital a conseguir medicamentos debido a los toques de queda. En ocasiones tampoco pudieron completar el proceso para que se les reconociera oficialmente su género porque las clínicas estaban cerradas y las operaciones quirúrgicas se habían aplazado”, según contó a Amnistía Internacional un hombre trans de Sri Lanka.
Humillación y abusos contra las personas trans
El informe mostró cómo en Asia la mayoría de las personas transgénero no pueden obtener documentos de identidad que reflejen su identidad de género, lo que no sólo les dificultó acceder a los paquetes de ayuda y a las vacunas contra la COVID-19, sino que además supone un importante obstáculo en sus vidas cotidianas.
“Dijeron que el virus era el gran igualador, pero, de hecho, el virus y la respuesta a él han exacerbado enormemente desigualdades existentes. Se pasó de unos sistemas que ya eran poco accesibles a que resultara prácticamente imposible para las personas trans acceder a ellos”, contó a Amnistía Internacional un activista trans de Filipinas.
El hecho de no poder mostrar un documento de identidad que reflejara su expresión de género también expuso a las personas trans a mayor hostigamiento, abusos y violencia.
“Las mujeres trans eran arrestadas por salir a la calle durante los toques de queda. A la mayoría de las personas cisgénero sólo se les imponen multas, mientras que las mujeres trans son humilladas por los agentes. Incluso hay denuncias de que a mujeres trans se les ordenó quitarse la peluca y/o la ropa y mostrar sus documentos de identidad. Los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley a menudo cometen excesos contra las comunidades trans al aplicar estas políticas”, declaró un activista trans de Filipinas.
Además de lidiar con la crisis de la COVID-19, las personas trans vivieron lo que se calificó como “el año más letal del que se tiene constancia”, en el que, según informes, en todo el mundo perdieron la vida 375 personas trans y de género diverso entre el 1 de octubre de 2020 y el 30 de septiembre de 2021, 44 de ellas en Asia. Entre el 1 de octubre de 2021 y el 30 de septiembre de 2022 se registraron en todo el mundo 327 muertes de personas trans y de género diverso, 40 de ellas en Asia. Las cifras reales de ambos años son probablemente muchos más elevadas debido a la ausencia de informes adecuados a nivel nacional. Esta estremecedora violencia está arraigada en la marginación que sufren desde hace mucho, y eso se refleja en la violación de sus derechos humanos.
“La historia culturalmente rica de las personas trans y de género diverso en muchos países de Asia y Oceanía, y en todo el mundo, se ha visto ensombrecida por la discriminación estructural, la violencia y la estigmatización. Los gobiernos no deben dar la espalda a su sufrimiento, deben abordar las condiciones y las desigualdades estructurales que afectan a la vida cotidiana, las opciones y las oportunidades de las personas trans, ya que, si no se cambian, seguirán dejándolas en una situación de especial vulnerabilidad en las futuras crisis”, ha manifestado Nadia Rahman.