Una jueza del condado de Pulaski ha bloqueado el uso, por parte del estado de Arkansas, de sus fármacos restantes para la inyección letal en cinco ejecuciones previstas para este mes. La fiscalía planea apelar.
Arkansas había programado originalmente ocho ejecuciones en un plazo de 10 días, ya que, a final de mes, caducaban algunos de los fármacos empleados en la inyección letal. Tres de esas ejecuciones ya habían sido suspendidas hasta un plazo que va más allá de la fecha de caducidad de los fármacos. Dos estaban previstas para mañana. La sentencia se ha dictado justo después de que la Corte Suprema de Arkansas suspendiera la ejecución de Stacey Johnson para que pudieran realizarse análisis de ADN adicionales para su defensa.
“Aunque esta sentencia vuelve a traer un alivio temporal, Arkansas sigue sin mostrar aprecio alguno por los derechos humanos, ejecutando apresuradamente a sus presos”, ha manifestado James Clark, responsable de campañas de Amnistía Internacional Estados Unidos. “Esta mortal oleada de ejecuciones es contraria a la tendencia estadounidense de apartarse de la pena de muerte. El plazo límite literal de la fecha de caducidad de un fármaco es terriblemente cruel, pero todas las ejecuciones previstas deben conmutarse de forma permanente. La pena de muerte no tiene cabida en un país que afirma valorar los derechos humanos.”
Un informe publicado este mismo mes por Amnistía Internacional mostró que, por primera vez desde 2006, y sólo por segunda vez desde 1991, Estados Unidos no se encuentra entre los cinco países que más ejecuciones llevan a cabo en el mundo. El número de ejecuciones (20) llevadas a cabo en 2016 fue el más bajo registrado en cualquier otro año desde 1991. El número de ejecuciones ha descendido cada año desde 2009, excepto en 2012, cuando la cifra no varió.