“Estoy aquí para conseguir justicia para mi esposo. No es demasiado tarde. Me siento más fuerte que nunca”, me dijo Victoria.
Victoria conoció a su esposo, Baribor Bera, en Port Harcourt en abril de 1990, y se casó con él en diciembre de ese mismo año. Ambos eran de la región Ogoni, en el delta del Níger, una región rica en petróleo de enorme importancia económica tanto para Shell como para el gobierno nigeriano.
Durante la década de 1990, bajo la dirección del Movimiento por la Supervivencia del Pueblo Ogoni (MOSOP) estallaron las protestas contra la destrucción ambiental causada por las operaciones de Shell en la región. Baribor estaba al frente de las manifestaciones contra Shell.
En sede judicial, en La Haya, Victoria explicó: “Mi esposo luchaba por mejorar las condiciones de la región Ogoni y las oportunidades de la gente joven. El MOSOP quería un reparto justo de los beneficios del petróleo. En la región Ogoni, no tenemos absolutamente nada. No tenemos luz, no tenemos agua. Shell y Nigeria nos estaban engañando. Se quedaron con el petróleo y no sacamos nada de ello.”
Shell pidió a las fuerzas de seguridad nigerianas que intervinieran en el delta del Níger y pusieran fin a las protestas del MOSOP. Su respuesta fue iniciar una despiadada represión contra las comunidades ogoni, matando, torturando y violando a un número indeterminado de personas.
Baribor Bera fue arrestado, junto con el difunto esposo de Esther, Barinem Kiobel, y el reputado escritor y activista Ken Saro-Wiwa. Fueron acusados de participar en el asesinato de cuatro jefes ogonis contrarios al MOSOP, y ahorcados tras meses de terribles malos tratos bajo custodia, junto con otros seis hombres.
Nunca se presentaron pruebas creíbles que fundamentaran la implicación de estos nueve hombres en el asesinato. Sin embargo, fueron ejecutados tras un juicio que Amnistía Internacional y otras organizaciones de derecho humanos consideraron parcial y que respondía a intereses políticos.
Desde entonces, Amnistía Internacional ha revisado pruebas que demuestran que Shell alentó a las autoridades militares nigerianas a detener las protestas, incluso después de saber que se estaban cometiendo terribles violaciones de derechos humanos.
“Fueron tiempos difíciles. En mi aldea todo el mundo vivía con miedo”, dijo Victoria. “Los soldados venían todos los días a la aldea y disparaban al aire. Acusaban [a las viudas] de contar a la comunidad internacional lo que había pasado.”
El ejército de Nigeria destruyó la casa de Victoria a principios de 1996 y ella huyó con su hijo a Benín, donde vivieron en un campo de refugiados de ACNUR durante más de dos años, antes de que los reasentaran en Canadá.
Allí se sintió segura por primera vez en años, pero seguía enfadada.
“Tener un niño pequeño resultaba muy difícil. Preguntaba constantemente por su padre: “Mamá, ¿dónde está mi papá? ¿Quién lo mató? ¿Lo mataste tú? Dime quién mató a mi papá.” No podía parar de llorar. Fue la parte más dura de ese periodo, incluso más dura que conseguir el dinero para comer y cuidar de él. Esas palabras se me quedaron grabadas y nunca las olvidaré. Hice cuanto pude para darle una vida normal. Pero me seguía diciendo que sus amigos tenían padre y que él estaba solo”, contó Victoria.
El punto de inflexión llegó mucho después de mudarse a Canadá, cuando Victoria supo del caso de Esther Kiobel contra Shell. Sólo le llevó un instante decidir unirse a la lucha por la justicia de Esther.
“Llamé por teléfono a Esther y le pregunté si podía unir fuerzas con ella. Me puso en contacto con su abogado, y aquí estoy”, dijo Victoria.
Victoria y Esher se conocieron por primera vez hace muchos años, durante la detención de sus respectivos esposos. La segunda vez que se vieron fue en las concentraciones en casa de la viuda de Ken Saro-Wiwa.
“Solíamos reunirnos allí para hablar de lo que había sucedido y hallar la manera de atraer la atención de los medios de comunicación sobre el caso. No pude hacerlo entonces, pero ahora sí. Después de 23 años, por fin puedo compartir mi historia con el mundo”, dijo Victoria.
Junto con Esther y sus dos codenunciantes, Victoria exige disculpas públicas a Shell por el papel que desempeñó en los acontecimientos que dieron lugar a la muerte de su esposo, y una indemnización por el daño que afirma que le causaron a ella y a su familia.
También está luchando en nombre del pueblo ogoni, que continúa viviendo con el daño ambiental provocado por la contaminación por petróleo durante la década de 1990.
En 2018, una investigación de Amnistía Internacional reveló indicios de negligencia grave por parte del gigante del petróleo Shell, cuya gestión irresponsable de los vertidos de petróleo en el delta del Níger ha agravado la crisis medioambiental que ya existía.
“La gente ha estado bebiendo agua contaminada durante años. No hay trabajo, no hay futuro allí. La gente ni siquiera puede utilizar su tierra para cultivar porque las actividades de Shell la han dañado”, dijo Victoria.
“Mi esposo era un hombre muy bondadoso. Era activo políticamente, defendía al pueblo ogoni para que pudiera tener un futuro mejor.”
“Quiero justicia para mi hijo, para mí y para toda mi familia. Ésta es la manera de hacerlo: limpiando el nombre de esposo, haciendo que el mundo sepa lo que Shell me hizo y que mi hijo sepa lo que sucedió realmente.”