En una época de impugnación extrema de qué es la verdad y en una era en la que casi se celebran las “noticias falsas”, el Estado de derecho basado en pruebas reales es más esencial que nunca.
El derecho internacional de los derechos humanos y el derecho internacional humanitario son reglas y normas establecidas hace tiempo, y son fundamentales para distinguir lo correcto de lo incorrecto.
Los derechos humanos nos dan un marco para interpretar y describir por qué lo que vemos es incorrecto. Y nos dan una arquitectura legal para pedir cuentas a los gobiernos y para exigir el cambio.
¿Y cuál es la alternativa para abordar los enormes desafíos que afronta el mundo sin la solidaridad internacional y la rendición de cuentas, sin un compromiso común con la defensa de los derechos iguales e inalienables de todas las personas?
Nada ilustra esto mejor que la crisis global de refugiados. Líbano soporta hoy una pesada carga, pero si no existiera siquiera el acuerdo hipotético entre los Estados de cooperar, las únicas opciones serían que Líbano llevase totalmente solo el peso de la crisis o que mujeres y niños y niñas indefensos se expongan contra las bombas y los grupos armados sirios y rusos.
Puede que la plena realización de nuestros derechos humanos esté actualmente lejos de la realidad, pero si renunciamos a la aspiración, el mundo podría escapar a todo control y convertirse en un lugar aún más caótico y peligroso. Un mundo donde se pueden bombardear hospitales sin siquiera la amenaza de afrontar las consecuencias, donde las personas refugiadas no tienen más futuro que esperar la generosidad de unos Estados que no tienen ninguna obligación de ofrecerles un hogar.
Un mundo globalizado donde los países no cooperan en desafíos masivos que afectan a toda la humanidad es una pesadilla.Pero un marco de derechos humanos por sí solo carece de vida si no hay personas dispuestas a unirse y exigir justicia. Nuestros líderes tienen que oír esa exigencia de nosotros.
Así pues, permítanse hablar de algunas de las formas en que Amnistía Internacional, como el mayor movimiento del mundo por los derechos humanos, está respondiendo a la crisis en el mundo y contribuyendo al cambio.
Somos una organización de activistas y nuestro papel es decirle la verdad al poder; infatigablemente y sin temor ni favoritismos. Nuestra tarea es arrojar luz sobre los abusos, hacer que los perpetradores rindan cuentas y prevenir que vuelvan a cometerse.
Empezamos nuestra labor construyendo una sólida base de pruebas por medio de una rigurosa investigación. Y la usamos para pedir justicia y la protección de los derechos humanos.
Usamos diversas herramientas para presionar por el cambio. Usamos medios de comunicación antiguos y nuevos para denunciar abusos dondequiera que se cometan. Presionamos a gobiernos, empresas y organismos intergubernamentales como la ONU directamente. Movilizamos la presión pública a través de nuestro movimiento global de activistas. Presentamos litigios estratégicos ante los tribunales para obtener victorias cruciales. Y apuntalamos esto con nuestro programa de educación en derechos humanos, empoderando a las personas para que reivindiquen sus derechos.
Arrojar luz sobre los abusos dentro de los conflictos
En primer lugar, encendemos la luz en los lugares más oscuros para dar la alarma y como base para actuar para acabar con los abusos, exigir responsabilidades por ellos y garantizar que no se repiten.
A finales del año pasado dimos a conocer los resultados de nuestra investigación sobre los terribles abusos que cometen las milicias y las fuerzas gubernamentales en Irak en el enfrentamiento contra el denominado Estado Islámico. Nuestro equipo ha viajado sobre el terreno varias veces para documentar los abusos y violaciones cometidos por todas las partes en la batalla de Mosul y su devastador efecto en la población civil.
Nuestro equipo también ha investigado ataques de la coalición dirigida por Estados Unidos, y ha concluido que son desproporcionados y que causan un alarmante aumento de víctimas civiles. Nuestro reciente comunicado de prensa al respecto ha añadido una presión significativa para que Estados Unidos investigue el que fue uno de los peores ataques aéreos de reciente memoria, y seguimos reclamando.
No mostramos ningún favoritismo: un enfoque selectivo hacia los derechos humanos sería enormemente perjudicial. Así, también hemos criticado acciones como la ejecución de presuntos miembros del Estado Islámico acusados de crímenes en gran escala, como la masacre de Speicher.
En Siria, además de documentar abusos en el campo de batalla, hemos arrojado luz sobre los recovecos más oscuros de los centros de detención que gestionan el gobierno, y también los grupos armados.
En febrero publicamos un informe sobre la campaña de homicidios de proporciones espantosas que se está llevando a cabo en la prisión de Saydnaya, donde cada semana o cada quince días se ahorca a grupos de detenidos en el más absoluto secreto. En cinco años han sido ahorcadas clandestinamente en Saydnaya hasta 13.000 personas. La mayoría de ellas, creemos, eran civiles que se oponían al gobierno.
Los medios de comunicación de todo el mundo dieron una enorme difusión a nuestras conclusiones, que suscitaron la indignación global. El presidente Asad se vio obligado a reaccionar. La siguiente fase es garantizar que todas las conversaciones de paz o sobre reconstrucción tengan en cuenta a las personas detenidas y desaparecidas.
Reclamar a los gobiernos que alimentan el conflicto o apoyan la represión
En segundo lugar, reclamamos a los gobiernos que alimentan el conflicto o apoyan la represión.En Yemen, hemos descubierto pruebas del uso de armas suministradas por países como Estados Unidos, Reino Unido y Brasil —incluidas municiones de racimo, prohibidas internacionalmente— en ataques de la coalición dirigida por Arabia Saudí. Ahora estamos trabajando para que estos países rindan cuentas a través de investigaciones parlamentarias y litigios.
Hemos señalado el total sinsentido de que Estados Unidos y Reino Unido hayan destinado alrededor de 450 millones de dólares de ayuda a Yemen en los dos años transcurridos desde que comenzó el conflicto, al mismo tiempo que transfieren armas por más de 10 veces esa cantidad —por valor de 5.000 millones de dólares— a Arabia Saudí en el mismo periodo. Esas armas se están utilizando para alimentar un conflicto que ha destrozado la vida de miles de civiles, ha obligado a tres millones de personas a marcharse de sus casas y ha dejado a Yemen inmerso en un desastre humanitario en el que más de 18 millones de personas necesitan ayuda urgentemente.
Pero también hemos documentado abusos de las fuerzas huzíes del otro bando, incluido su vergonzoso reclutamiento de niños y niñas.
La lucha por la justicia
En tercer lugar, luchamos por la justicia y la rendición de cuentas.
En situaciones en las que se cometen crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad —como ocurre con frecuencia en esta parte del mundo— el camino a la justicia es largo y está lleno de obstáculos. Muchas lecciones del pasado nos lo recuerdan, incluso nuestro propio trabajo.
Pero, a pesar de todas estas terribles noticias, 2016 también trajo la condena de Radovan Karadzic por genocidio, crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad cometidos en Srebrenica. Y la cadena perpetua impuesta al ex presidente chadiano Hissene Habré por violación, esclavitud sexual y la muerte de 40.000 personas.
A veces la justicia tarda en llegar, pero con compromiso y persistencia, tenemos que aferrarnos a la esperanza de que llegará.
Hay algunos atisbos de esperanza en esta parte del mundo. Hace apenas unos años era difícil imaginar que las violaciones que cometidas por Israel en Gaza y Cisjordania podrían ser examinadas por la Corte Penal Internacional, teniendo en cuenta el apoyo que recibe Israel de Estados Unidos y otros países. No obstante, la Fiscalía está usando ahora la innovadora investigación que llevó a cabo Amnistía sobre el conflicto de 2014.
Y un día, esperamos, llegará también la rendición de cuentas para Siria. Estamos trabajando y seguiremos haciéndolo para lograrlo.
En el contexto de la parálisis del Consejo de Seguridad y el uso temerario del veto, la Asamblea General adoptó en diciembre la extraordinaria medida de establecer un mecanismo para trabajar en la investigación de crímenes graves cometidos desde 2011.
La jurisdicción universal ofrece otra vía para la justicia: los tribunales nacionales pueden juzgar crímenes internacionales. El primer caso de este tipo contra altos cargos sirios fue abierto hace un par de semanas por un tribunal español.
Nuestra campaña Justicia para Siria seguirá durante el próximo año, generando presión sobre los Estados para que exijan la rendición de cuentas. Debemos crear el impulso necesario para la larga lucha que nos espera.
Justicia transicional
En las situaciones de posconflicto, nuestra labor de derechos humanos es vital para restablecer el Estado de derecho. A menudo se margina a las víctimas en estos procesos en favor de la conveniencia política; hace poco visité Sri Lanka, donde esto sigue siendo un riesgo siempre presente ocho años después de que finalizara el conflicto. Pero es vital poner a las víctimas y sus demandas de justicia y reparación en el centro de un proceso de justicia transicional.
A veces este es un mensaje difícil de transmitir. Pero la estabilidad futura depende de la justicia y la reparación para las víctimas. Esto es evidente una y otra vez.
Así pues, cuando documentamos abusos en Irak, Yemen y Siria, tenemos que verlos no sólo desde el punto de vista de la rendición de cuentas y la no repetición, sino también desde el de la reparación. El derecho de las personas a regresar a sus tierras y hogares, en un entorno seguro, y a obtener una indemnización por sus pérdidas.
En Líbano, mañana conmemorarán el aniversario del comienzo de un conflicto armado que duró quince años y que continúa afectando a la vida de la gente dos generaciones después.
Durante el conflicto desapareció un enorme número de personas, en su inmensa mayoría civiles aprehendidos en puestos de control o que murieron en operaciones militares o ataques de venganza. Años después, sus familias siguen exigiendo un reconocimiento significativo de su sufrimiento y una investigación seria. Quieren conocer la suerte de sus seres queridos, con la esperanza de poder recuperar sus restos.
Exigen nada menos que la verdad, y estamos con ellas para alcanzar la justicia que merecen.
Algunas familias creen que sus seres queridos fueron llevados a Siria, donde siguen detenidos. El gobierno libanés tiene la responsabilidad de obtener información sobre su suerte y su paradero, comenzando con investigaciones aquí mismo.
Con demasiada frecuencia el conflicto hunde sus profundas raíces en el fértil terreno de la represión y los abusos. Así pues, al final debemos cambiar el terreno del que surge el conflicto. Es un trabajo lento, concienzudo y difícil. Pero vemos algunos pequeños pasos hacia delante que de forma creciente se suman para lograr algo.
En Túnez, la Comisión de la Verdad y la Dignidad ha celebrado en los últimos seis meses vistas públicas donde las víctimas han comparecido para hablar de su tortura o de la desaparición de sus seres queridos en las últimas décadas. La Comisión tiene una ardua batalla por delante, pero el mero hecho de que se estén celebrando las vistas y de que se estén televisando ha abierto en el país un debate sobre el pasado y sobre el tipo de futuro que desea la ciudadanía.
Cada abuso es un abuso de más. Pero cada vez que hay un clamor por la detención de alguien que defiende los derechos humanos y que desemboca en su liberación o un pequeño paso hacia adelante en la rendición de cuentas en Palestina o Siria, el arco de la historia se inclina un poco más hacia la justicia.
Los abusos contra los derechos humanos en el futuro
Más allá del presente, también miramos al lugar de donde proceden los abusos contra los derechos humanos del futuro. Como dijo William Gibson, “el futuro ya está aquí, sólo que repartido de forma desigual”.
Y lamentablemente, la forma en que está repartido plantea grandes desafíos para el futuro.
El conflicto ya está cambiando con el uso creciente de drones y robots asesinos. Y prevemos más cosas como éstas, dando la vuelta a nuestras suposiciones.
Cuando la inteligencia artificial mata, ¿a quién se exigen responsabilidades? Cuando las operaciones antiterroristas están dirigidas contra personas que aún no han hecho nada, basándose en algoritmos que determinan que probablemente cometerán actos de violencia, ¿cómo pueden defenderse estas personas?
Tenemos que estar preparados para esto. Amnistía abrirá este año un centro en Silicon Valley para garantizar que se escucha nuestra voz en el desarrollo de nuevas tecnologías que harán que todo esto sea cada vez más posible.