La prohibición de viajar de Trump me mantiene separada de mi esposo yemení

La última vez que vi a mi esposo fue cuando nos casamos, hace más de un año. Y no podré verlo en un futuro próximo debido a la prohibición de viajar impuesta por el presidente Trump.

Soy ciudadana estadounidense. Mi esposo, Basheer Othman, es yemení. Después de la boda, solicité un visado de inmigrante para él en abril de 2016, para que pudiera venir aquí y empezar a vivir juntos.
En noviembre me entrevistaron en el proceso de solicitud de su visado. Tras meses separados, el hecho de saber que finalmente estaríamos juntos nos llenaba de esperanza y alegría.
Cuando estaba terminando de hacer todo lo necesario para que obtuviera su visado, se dictó la primera prohibición de viajar. Hubo un atisbo de esperanza cuando los tribunales la revocaron.
Ahora Trump ha firmado otra orden ejecutiva tan mala como la primera.
Quienes apoyan la prohibición dicen que no es para tanto, que sólo es una interrupción de 90 días para entrar. Lo que no entienden es que el presidente está poniendo unas condiciones imposibles de cumplir para los países afectados.
La orden ejecutiva establece que el reasentamiento se reanudará tras un periodo de 90 días sólo si el secretario de Seguridad Nacional, el secretario de Estado y el director nacional de los servicios de inteligencia resuelven conjuntamente que los gobiernos extranjeros en cuestión han establecido “procedimientos adecuados para garantizar la seguridad y el bienestar de Estados Unidos”.
En Yemen, el gobierno no funciona. ¿A qué gobierno se refiere Trump exactamente? ¿Al gobierno de Abdrabbuh Mansour Hadi en el exilio? ¿O al de los huzíes en el norte? Es poco probable que el gobierno de Yemen sea capaz de colaborar mucho en la verificación de antecedentes, tal y como requiere la orden ejecutiva, así que me parece que la prohibición “temporal” puede pasar a ser permanente.
No tiene sentido castigar a los ciudadanos de un país por las disfunciones y la crueldad de su gobierno.
Basheer, mi marido, es un periodista liberal destacado y ha estado al frente de una iniciativa financiada por la Fundación Nacional para la Democracia. Esta fundación y el Instituto Nacional Demócrata para Asuntos Internacionales financiaban gran parte de su trabajo.
Al intensificarse el sangriento conflicto armado en Yemen, la notoriedad de Basheer implicaba un riesgo cada vez mayor para él. Ha dedicado su vida a poner en entredicho las ideologías extremistas y para ello ha sacrificado su propia seguridad.
Nos conocimos en persona en 2010, cuando yo estaba pasando tres meses en Yemen. Cuando en 2011 se produjo el levantamiento contra el presidente yemení Alí Abdulá Salé, Basheer y yo trabajamos juntos en la creación de una red de escritores y activistas. Luego, en 2015, comenzamos a hablar regularmente y poco a poco nos enamoramos y decidimos casarnos.
Yo iba a ir a Yemen en septiembre de 2015 para la boda, pero la situación se estaba volviendo extremadamente peligrosa para Basheer. Muchos periodistas desaparecían o eran encarcelados.
Un mes antes de que Basheer lograra salir de Yemen, un destacado escritor y periodista político satírico amigo suyo recibió disparos de hombres armados en ambas piernas, en Saná, frente a todo el mundo.
Por seguridad, decidimos casarnos en India. Con los aeropuertos cerrados, Basheer tuvo que salir de Yemen de incógnito, salvándose por muy poco de los combates y los ataques aéreos saudíes antes de poder tomar un barco en Adén con destino a Yibuti. Desde allí logró llegar a Goa, donde nos casamos.
Tras la boda, regresé en avión a casa, a Nueva York, e inicié el proceso para conseguir el visado para mi esposo. Como las autoridades indias comenzaron a limitar los visados para los ciudadanos de Yemen, Basheer viajó en agosto de 2016 a Malasia, donde se encuentra ahora sin visado.
A mí me parece que está atrapado indefinidamente. Así que ahora mi esposo y yo estamos esperando, separados por medio mundo, sin respuestas. Este mundo está tremendamente interconectado. Sé que hay miles de personas como Basheer y como yo, cuyas familias se han visto afectadas. Rezo por que todos nosotros obtengamos respuestas pronto.
Estoy esperanzada porque grupos como Amnistía Internacional y la Coalición de Inmigración de Nueva York están ejerciendo presión contra la orden ejecutiva. Pero sé que el futuro de nuestro matrimonio depende en gran medida de personas que seguramente nunca conoceremos.
Estoy convencida de que ninguna prohibición podrá mantenernos separados para siempre. Cuando hablé con Basheer, hace poco, le dije lo mucho que lo echaba de menos. Me dijo: “No te preocupes, esperaremos; tanto si son diez años como si es la vida entera”. Pero, por mucho que él me quiera a mí y yo a él, la incertidumbre es muy grande. Lo único que puedo hacer ahora es esperar a que cambien las cosas. Esperar y resistir.