La Unión Africana (UA) declaró 2016 "Año de los derechos humanos con especial atención a los derechos de la mujer". Al formular esta promesa, anunció que había llegado la hora de dar prioridad a la necesidad de realizar verdaderas mejoras en la vida cotidiana de las mujeres y las niñas. Para ello es fundamental el reconocimiento urgente de la importancia de los derechos sexuales y reproductivos, que empoderan a las mujeres y las niñas para tomar decisiones informadas sobre su salud, su cuerpo y futuro.
Este mismo año han muerto ya innecesariamente miles de mujeres y niñas en todo el continente durante su embarazo o al dar a luz. Estas muertes ponen de manifiesto la necesidad urgente de centrar firmemente la atención en los derechos de las mujeres.
La desigualdad de género es causa de muertes maternas, a menudo por obstáculos para acceder a información y servicios de salud esenciales. Factores como las tasas de usuario, la necesidad del consentimiento de terceros para recibir tratamiento y la falta de privacidad y confidencialidad en los centros de salud pueden tener graves consecuencias para la salud materna. Estos problemas suelen exacerbarse en el caso de las mujeres y la niñas que sufren discriminación, especialmente las adolescentes y las sometidas a matrimonio precoz o las mujeres y las niñas que necesitan acceso al aborto sin riesgos.
Entre los derechos sexuales y reproductivos figura el derecho a decidir si casarse o no, cuándo y con quién y si tener hijos, cuándo y cuántos. Las mujeres y las niñas tienen también derecho a elegir cualquier método anticonceptivo moderno y a la información y la educación necesarias para tomar estas decisiones.
Estos derechos están proclamados en las normas internacionales, incluido el Protocolo a la Carta Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos relativo a los Derechos de la Mujer en África, conocido como "Protocolo de Maputo". Los líderes africanos se comprometieron hace mucho tiempo a firmar, ratificar, incorporar en la legislación nacional y aplicar el Protocolo. Sin embargo, al final de junio de 2016, 17 Estados africanos si siquiera lo han ratificado aún.
Los líderes africanos harían bien escuchando a Sara,* niña de Burkina Faso que no hace mucho explicó a Amnistía Internacional que, a fin de abordar el matrimonio precoz y mejorar las consecuencias para las niñas desde el punto de vista de la salud, "tenemos que educar a las niñas para que sean independientes y tengan medios para eludir los matrimonios forzados. No se tiene en cuenta a la mujer es este momento, pero con educación podemos empoderarlas […] las autoridades deben imponer sanciones a las familias que den a sus hijas en matrimonio sin su consentimiento y eliminar los matrimonios forzados".
En Burkina Faso, por ejemplo, sólo el 64.2% de las niñas pueden acceder a la educación. La mayoría de las niñas ya están casadas cuando cumplen los 19 años, y casi la mitad de las mujeres jóvenes ya son madres. En Sierra Leona, las niñas embarazadas no pueden asistir a los colegios ordinarios ni presentarse a exámenes esenciales. Tales medidas no sólo estigmatizan a una cifra aproximada de 10.000 niñas, sino que entrañan el riesgo de destruir sus oportunidades futuras en la vida.
El matrimonio precoz yel embarazo y la maternidad en la adolescencia aumentan también el riesgo de sufrir otros abusos contra los derechos humanos, como violencia y violaciones de los derechos a la educación, el trabajo y la salud reproductiva.
Un notable motivo de optimismo es que, este año, Gambia se han convertido en la 13º nación africana que se suma a la campaña de la UA para poner fin al matrimonio precoz. En Malawi y Zimbabwe se ha conseguido impugnar la legislación, para que se retrase a los 18 años la edad legal tanto de los niños como de las niñas para contraer matrimonio. En junio, la Comunidad para el Desarrollo del África Austral adoptó una Ley Modelo de Erradicación del Matrimonio Precoz y la Protección de las Menores ya Casadas. A fin de abordar verdaderamente el matrimonio precoz, los Estados tienen que ir más allá de las positivas reformas jurídicas y los compromisos verbales. Uno de los pasos más importantes es que los Estados cumplan con sus obligaciones en materia de derechos humanos –contraídas en virtud del Protocolo de Maputo y otras normas– a fin de tomar medidas concretas para afrontar y erradicar las prácticas nocivas y las normas sociales y sobre el género negativas que toleran y perpetúan la práctica.
En la cumbre de la UA de enero de este año, la Comisión Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos también trajo un rayo de esperanza para los derechos de las mujeres al emprender una esencial campaña en favor de la despenalización del aborto en África. La Comisión hace hincapié en las violaciones de derechos humanos asociadas a la cifra aproximada de seis millones de abortos que tienen lugar en condiciones de riesgo en África todos los años, que son causa de 29.000 muertes y incontables lesiones y discapacidades graves de mujeres y niñas africanas menores de 25 años que viven en la pobreza, principalmente en el medio rural.
Hay mucho que celebrar a mitad ya del año, pero en la Cumbre de la UA de Kigali, Ruanda, de esta semana, los países no tienen tiempo que perder para garantizar que se aplica un enfoque basado en los derechos humanos, conducente a cambios reales y a la inclusión de las mujeres y las niñas en África. Esta perspectiva de aplicación favorecerá la agenda de la UA para el desarrollo del proyecto 2063 y los compromisos internacionales de desarrollo de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible reconocen específicamente la importancia de la salud y los derechos sexuales y reproductivos y encargan a los Estados conseguir una reducción significativa de sus tasas de mortalidad materna, reduciendo el VIH y garantizando el acceso universal a los servicios de salud sexual y reproductiva.
Las niñas como Sara esperan que los Estados cumplan sus promesas. Es hora de que la UA dé muestra del liderazgo necesario en la protección de los derechos humanos de las mujeres y las niñas. Es hora de hacer posible que las niñas realicen su verdadero potencial.