En Marruecos, la formación en materia de derechos humanos para profesionales ha permitido a las mujeres responder a la violencia de género y a la discriminación. Hablamos con una de esas profesionales para averiguar cómo la educación en materia de derechos humanos prende la mecha del cambio más allá de las sesiones de formación.
¿Cómo se puede apoyar a la comunidad de activistas de los derechos de las mujeres en un país clasificado entre los diez peores en cuanto a la igualdad de género, y qué sucede una vez que has formado al formador?
En la región de Meknes, en Marruecos, 30 profesionales, entre ellos miembros de grupos de defensa de los derechos de las mujeres, activistas, abogados y abogadas, han participado en una formación en materia de derechos humanos en respuesta a la violencia de género y a la discriminación contra las mujeres. Durante seis días, el grupo de participantes ha recibido formación jurídica y asesoramiento sobre cómo ayudar a una mujer en riesgo de sufrir daños físicos, sexuales o psicológicos.
Este tipo de formación de formadores ha tenido grandes repercusiones y ha dado pie a un aumento de los proyectos educativos destinados a otras mujeres de la región.
Para Touria Bouabid, coordinadora del Programa de Educación en Derechos Humanos de Amnistía Internacional Marruecos y organizadora de la formación, trabajar directamente con profesionales es un aspecto esencial para hacer frente a una situación que sigue siendo crítica para muchas mujeres.
La violencia de género continua siendo prevalente en la sociedad pese a que la Constitución garantiza la igualdad entre hombres y mujeres. Según una encuesta nacional que se realizó en 2011, el 62,8 % de las mujeres marroquíes había denunciado haber sufrido actos de violencia en los 12 meses previos.
A pesar de las reformas judiciales, incluida la eliminación del Código Penal de una disposición que permitía formalmente a los hombres que habían violado a niñas menores de edad evitar ser procesados casándose con sus víctimas, continúa existiendo legislación discriminatoria sobre la herencia y que criminaliza las relaciones sexuales de mutuo acuerdo entre personas solteras, y no hay ningún marco legal que proteja a las mujeres de la violencia en el ámbito familiar.
Para ayudar a los y las profesionales en su trabajo, la formación para profesionales de Amnistía Internacional Marruecos les proporciona conocimientos jurídicos sobre las normas internacionales para que puedan entender en profundidad la legislación relativa a los derechos de la mujer. “Los profesionales a los que formamos serán capaces de trabajar con las mujeres desde un enfoque basado en los derechos humanos”, afirma Touria.
“También queremos que sean capaces de defender la idea de que Marruecos ha firmado convenciones internacionales de protección de los derechos de las mujeres, lo que significa que debe tomar todas las medidas necesarias para asegurarse de que esas convenciones se implementan en todo el país”, añade.
Formar a la red local de defensores y defensoras de los derechos de las mujeres y de agentes del ámbito jurídico no sólo ha demostrado ser útil para reforzar su trabajo profesional, sino que también ha contribuido a llegar a un mayor número de mujeres de diferentes orígenes sociales. “La mayoría de mujeres con las que trabajan a diario estos profesionales son analfabetas y no tienen acceso ni a información ni a recursos para conocer sus derechos básicos. Explicar en árabe marroquí de la calle qué es el derecho internacional o cuáles son sus derechos como mujeres también supone todo un reto”.
“Por ejemplo, he conocido a niñas de 16 años, casadas a la fuerzay que a diario sufrían abusos tanto físicos como sexuales a manos de sus maridos, que no sabían que aquello no era normal”, dice Touria.
Desde entonces, varios participantes han llevado a cabo sus propios proyectos para transmitir su conocimiento a otras mujeres y enfrentarse a actitudes sociales e imágenes estereotipadas.
Amina Azatraoui es una de las activistas de los derechos de las mujeres que ha participado en la formación. En la Universidad de Meknes donde imparte clase, Amina ve a diario el impacto que las desigualdades de género tienen sobre las vidas de una gran parte de su alumnado: “He escuchado historias de alumnos, sobre todo de chicas jóvenes, que han sido víctimas de acoso sexual o violencia física por parte de sus familiares y a veces incluso del profesorado”.
“Para solucionar este problema, lo primero que hicimos fue crear un centro de atención en el que las jóvenes pudieran hablar sobre su vulnerabilidad a la violencia y recibir ayuda psicológica y asistencia médica. Ahora también ofrecemos seminarios de sensibilización en los que los estudiantes aprenden a identificar la discriminación y a defender sus derechos”.
Los seminarios que creó permiten a los jóvenes aprender a identificar la discriminación que han vivido y hablar abiertamente sobre ella. Cada dos meses, estudiantes de entre 15 y 20 años se reúnen y participan en debates y actividades en las que comparten y discuten los retos a los que se enfrentan. Durante esas sesiones, las mujeres también aprenden a protegerse de la violencia física y sexual y a denunciar un ataque ante las autoridades o un tribunal.
Para Amina, trabajar con jóvenes y dar a sus estudiantes la posibilidad de debatir libremente sobre asuntos como la sexualidad o los derechos reproductivos ya representa un paso hacia la igualdad: “Espero cambiar la mentalidad de los hombres y las mujeres que consideran a la mujer inferior”.
“Las mujeres marroquíes, como los hombres, tienen el derecho a vivir una vida decente, sin ser violadas ni sufrir violencia que les impida participar plenamente en la vida política, económica y social del país. Debemos luchar por ello y cambiar la realidad. De esta manera, aseguraremos la libertad y la dignidad de todas las mujeres y construiremos una sociedad más sana”, afirma.