Gracias, señor Presidente. Secretario general, líderes del mundo: Hablo hoy en nombre del movimiento mundial de Amnistía Internacional y sus más de siete millones de activistas, y también en el de muchas organizaciones independientes de la sociedad civil de todo el mundo. Para empezar, les felicito por los extraordinarios progresos que ha presenciado el mundo gracias a los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Pero cada vez oímos con más frecuencia la pregunta: ¿hemos perdido el norte? Porque lo parece. Cientos de millones de seres humanos viven aún en la pobreza. Demasiadas personas, sobre todo mujeres y niñas, sufren rutinariamente la violencia y múltiples violaciones de derechos humanos. La desigualdad, la injusticia, la destrucción del medio ambiente y la corrupción son una combinación tóxica. La confianza en los gobiernos y grandes empresas disminuye, y los jóvenes de todo el mundo se alzan en protestas. Hay conflictos terribles que destruyen comunidades y países, y que han alimentado la mayor crisis de refugiados del mundo desde la II Guerra Mundial. La espantosa historia de Alan Kurdi, el niño sirio de tres años cuyo cadáver en la playa conmovió al mundo, lo resume. No podemos ocultar la realidad del mundo en el que vivimos. Y luego… está el mundo que queremos, el mundo representado por los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Así que no podemos culpar a la gente por su escepticismo cuando ven otra declaración más de la Cumbre. La distancia que hay entre el mundo en el que vivimos hoy y el mundo en el que queremos vivir es enorme. Pero los Objetivos de Desarrollo Sostenible representan las aspiraciones de las personas y unos derechos que pueden y deben hacerse realidad. Sugiero cuatro tests prácticos para hacer realidad los Objetivos y demostrar a los escépticos que están en un error: 1. En primer lugar, el test de la propiedad. La clave del éxito es que las personas pobres y marginadas sean las principales encargadas de tomar decisiones en todas las etapas. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible deben integrarse en los planes y presupuestos nacionales y locales, de los que deben recibir recursos, y deben implementarse con arreglo a las obligaciones existentes del Estado en materia de derechos humanos. 2. En segundo lugar, el test de la rendición de cuentas. La ciudadanía debe saber qué han prometido exactamente los gobiernos y qué han cumplido: el derecho a la información. Y si los gobiernos no cumplen, la ciudadanía debe poder obligarlos a rendir cuentas a través de mecanismos independientes. Ya no basta que los gobiernos digan que son legítimos porque fueron elegidos o tienen un mandato. Tienen que rendir cuentas directamente ante las personas de forma continuada. 3.En tercer lugar, el test de la no discriminación. Seamos claros: No dejar a nadie atrás significa cuestionar estructuras de poder y hacer que se respete el Estado de derecho. La desigualdad es en gran medida resultado directo de la discriminación y la exclusión basadas en el género, la raza, el origen, la religión u otra condición. La desigualdad es consecuencia de que no se protejan los derechos de las personas marginadas, de los pueblos indígenas, de las minorías, de las personas migrantes, de las personas con discapacidad, de los menores y los ancianos. 4.En cuarto lugar, el test de la coherencia. Todos sabemos que ha habido países que han tenido muy buenos resultados en la aplicación de los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Pero la indignación por las persistentes violaciones de derechos humanos desembocaron en revoluciones. ¿Por qué? Porque la vida de las personas no está dividida en desarrollo, medio ambiente, paz y derechos humanos: así se dividen las burocracias. La coherencia y la congruencia son esenciales. Uno no puede pretender que está apoyando el desarrollo sostenible cuando es reacio a reducir el consumo de los ricos o transferir tecnología. No pueden predicar sobre los derechos humanos al mismo tiempo que usan la vigilancia masiva. No pueden sermonear sobre la paz cuando se es el mayor fabricante de armas del mundo. No pueden permitir que las grandes empresas se aprovechen de las lagunas financieras y fiscales al mismo tiempo que claman contra la corrupción. No pueden adoptar los Objetivos de Desarrollo Sostenible en nombre del desarrollo y al mismo tiempo atacar y detener a manifestantes y disidentes pacíficos. No pueden lanzar estos Objetivos de Desarrollo Sostenible y paralelamente negar una ruta segura y legal a las personas refugiadas, una vida con dignidad. Estimados líderes: Los Objetivos de Desarrollo Sostenible ofrecen una brújula para trabajos dignos, para la justicia, para la humanidad. Como sociedad civil, apoyaremos a los pobres y marginados cueste lo que cueste. Y exigiremos a gobiernos y empresas que rindan cuentas. Decenas de miles de personas se manifestaron anoche para que los Objetivos de Desarrollo Sostenible iluminen el camino. Pidieron de ustedes un liderazgo auténtico, un liderazgo con integridad, un liderazgo desde el corazón. Sé que pueden hacer realidad sus esperanzas. Gracias.