Más de un millar de personas, entre ellas muchas familias que huyen del conflicto en Siria, Afganistán e Irak, permanecen atrapadas en unas condiciones atroces, y en rápido deterioro, a lo largo de una carretera serbia después de que, ayer, las autoridades húngaras cerraran el paso fronterizo. Así lo ha manifestado Amnistía Internacional hoy desde Horgoš, en el lado serbio.
Las organizaciones humanitarias, incluida la Agencia de la ONU para los Refugiados, han estado prácticamente ausentes hasta el momento, y la única respuesta de las autoridades serbias ha consistido en enviar un puñado de policías a la zona fronteriza. Cientos de refugiados duermen al raso en una carretera cortada, con la única ayuda esporádica de grupos de voluntarios y un acceso severamente restringido a la comida, el agua corriente o retretes.
"Los refugiados con los que hemos hablado han descrito la incertidumbre y la indignación que sienten, atrapados en un limbo sin ninguna información. En la práctica, están atrapados en tierra de nadie entre la frontera serbia y la valla fronteriza húngara", ha manifestado desde Horgoš Tirana Hassan, directora de respuesta a las crisis de Amnistía Internacional.
"Hoy siguen llegando aún más refugiados, mientras la situación se deteriora rápidamente. Las autoridades serbias y la Unión Europea sabían que esto iba a suceder, y sin embargo no respondieron adecuadamente, lo que significa que cientos de las personas más vulnerables se encuentran ahora atrapadas entre el alambre de cuchillas y el abismo de no saber qué sucederá a continuación."
La delegación de Amnistía Internacional habló con una mujer afgana que tiene dos hijos pequeños, uno de ellos un niño de ocho años con cáncer. Desde que se cerró la frontera húngara, han estado durmiendo al raso, y apenas tienen pertenencias: su hija, que no es más que un bebé, ni siquiera tiene zapatos. Su posesión más preciada es el historial médico de su hijo.
Puesto que la zona junto al paso fronterizo es un campo abierto junto a una carretera, no hay cobijo ni comida, y apenas hay retretes y agua corriente. Los refugiados hacen cuanto pueden por mantener la situación bajo control, pero las condiciones son terribles: una señal improvisada en árabe e inglés pide a la gente que no "contamine el entorno del campamento con sus excrementos".
Los refugiados que tienen tiendas las están utilizando, pero cientos de ellos duermen al raso en la carretera o en la zona que la bordea. Amnistía Internacional habló con una familia siria, compuesta por 10 personas, que sólo tenía una tienda en la que únicamente podían dormir los niños. Otras familias no tienen nada, y están expuestas a la intemperie; algunas buscan refugio en los bosques cercanos.
La ayuda humanitaria ha sido esporádica, sin un esfuerzo coordinado del gobierno serbio hasta la fecha. Los voluntarios están repartiendo leche y artículos básicos, pero su ayuda no es más que una gota en el océano, comparada con las necesidades humanitarias. La gente no puede satisfacer sus necesidades básicas, y ni siquiera puede alimentar a sus familias, lo que constituye una afrenta más a su dignidad.
Los investigadores de Amnistía Internacional vieron a muchas personas en situación de vulnerabilidad extrema, entre ellas muchas personas con discapacidad, que no tenían asistencia especializada de ningún tipo. Una niña de 16 años, de Kobane, Siria, que iba en silla de ruedas, contó a la organización que ella y su hermana no habían podido registrarse en un hotel local porque no tenían documentos, y se habían visto obligadas a pasar la noche en el campamento improvisado, donde una familia finalmente las acogió en su tienda, ya de por sí abarrotada.
Quienes se encuentran atrapados en la frontera entre Serbia y Hungría no parecen tener absolutamente ninguna información sobre lo que les sucederá a continuación. La mayoría de las personas dijeron a Amnistía Internacional que no querían vivir de la limosna a largo plazo, sino que querían trabajar, vivir en condiciones dignas y ser miembros contribuyentes de la sociedad. Muchas dijeron a la organización que no desean estar en esta situación: se han visto abocadas a ella.
"Lo que estamos presenciando a lo largo de la frontera es cómo cientos de hombres, mujeres, niños y niñas sufren las terribles consecuencias de la atroz falta de humanidad de las autoridades húngaras, que ayer cerraron y militarizaron la frontera", ha manifestado Tirana Hassan.
"Las autoridades serbias sabían perfectamente lo que se avecinaba, pero eludieron miserablemente su respuesta. Miles de personas que huyen de la guerra buscan protección en países de la UE. En lugar de acudir en su ayuda, los gobiernos europeos les cierran las puertas, y parecen incapaces de buscar soluciones a más largo plazo."