En los últimos días, Baja California y Sinaloa se unieron a la lista de estados en México que garantizarán el matrimonio entre personas del mismo sexo. Con pocos días de diferencia, en Guatemala asesinaron a tres personas de la comunidad LGBTIQ+, incluyendo a Andrea González y a Cecy Ixpatá, ambas reconocidas activistas Trans.
Esta dicotomía entre avances importantes en el respeto de los derechos de personas LGBTIQ+ y la violencia y discriminación que aún sufrimos como comunidad da un sabor agridulce a la celebración del Mes del Orgullo en Latinoamérica. También lo deja el futuro que nos depara a las personas LGBTIQ+ ante la COVID-19. La pandemia impactó alrededor del mundo, pero no afectó a todas las personas por igual. Nuestra comunidad, ya históricamente excluida, continuará sufriendo discriminación si no miramos hacia una recuperación que nos incluya y garantice nuestros derechos.
Los problemas derivados de la respuesta a la COVID-19 para las personas LGBTIQ+ han sido muchos. Las medidas de cuarentena provocaron un aumento de la violencia de género dentro de las familias y limitaron aún más su acceso a protección y justicia. En algunos países, la aplicación de esas medidas restrictivas por las fuerzas de seguridad incrementó la violencia en las calles. El cierre de fronteras llevó a que personas LGBTIQ+ en condiciones de movilidad estuvieran en mayores situaciones de vulnerabilidad. Muchas personas que ya dependían de trabajo informal perdieron su única forma de ingreso. Y en algunos países el acceso a los servicios de salud para personas LGBTIQ+ fue aún más desigual. Además, se suspendieron servicios de salud sexual y reproductiva, tratamientos esenciales como terapia hormonal y de antirretrovirales y, en otros casos, las ayudas prometidas nunca llegaron.
Aun así, nuestra comunidad demostró su valentía y salió adelante, incluso sin el apoyo de los gobiernos. Activistas, organizaciones y colectivos en toda la región se organizaron o crearon sus propias iniciativas recolectando fondos, ofreciendo apoyo económico y acompañamiento psicoemocional a personas de la comunidad con COVID-19, dando asistencia directa a pequeña y gran escala a poblaciones claves dentro de la diversidad: personas transgénero, migrantes, personas trabajadoras sexuales, y personas en situación de reclusión, entre otras.
Pero estas iniciativas no dan abasto ni son suficientes. Los Estados están comenzando a planear medidas de recuperación. Esta es una oportunidad única. Como dijo el Banco Mundial en ocasión del Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia (IDAHOTB), la pandemia ha expuesto que “es necesario construir sociedades más fuertes y sostenibles”. Ser fuertes y mirar hacia ser sostenibles empieza por garantizar la diversidad, la igualdad y un desarrollo económico que promueva la inclusión de TODAS las personas.
Las personas de la comunidad LGBTIQ+ contribuimos a la sociedad desde las formas más diversas, somos millones y sólo incluyéndonos podremos reconstruir una humanidad que supere lo que nos dejó la pandemia.
Juliana Cano Nieto es directora adjunta de campañas para las Americas de Amnistía Internacional