El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, deberá encarar a los gobernantes de Uzbekistán en relación con el atroz historial del país en materia de derechos humanos durante su visita de este viernes, ha afirmado Amnistía Internacional. Las autoridades uzbekas, que hacen caso omiso de los acercamientos de la ONU en relación con los derechos humanos desde hace mucho tiempo, también deberán comprometerse a realizar reformas inmediatas y urgentes dirigidas a terminar con la tortura y otros innumerables abusos consentidos por el gobierno. La organización de derechos humanos ha pedido a Ban Ki-moon, quien visitará Asia Central del 9 al 12 de junio, que reafirme enérgicamente los llamamientos anteriores de la ONU a Uzbekistán para que cumpla con sus obligaciones internacionales, y que exija que se autorice la entrada en el país de expertos en derechos humanos de la ONU. “Incluso ahora que es inminente la visita de Ban, el aparato policial y de seguridad de Uzbekistán sigue cometiendo actos de tortura con todo el descaro. ¿Qué más tiene que pasar para que el régimen de Karimov se tome en serio sus compromisos en materia de derechos humanos? Durante más de un decenio, Uzbekistán se ha burlado abiertamente de todos los intentos de la ONU de reprocharle su grave historial de abusos contra los derechos humanos”, ha manifestado John Dalhuisen, director del Programa de Amnistía Internacional para Europa y Asia Central. “Las víctimas de las cámaras de tortura uzbekas dependen de Ban Ki-moon para hacer oír sus voces. La agresión sexual de la policía contra la defensora de los derechos humanos Elena Urlaeva debería reforzar aún más su intención de hablarles duramente sobre la tortura." La policía uzbeka detuvo la misma semana pasada, el 31 de mayo, a Elena Urlaeva, presidenta de la Alianza de Defensores de los Derechos Humanos de Uzbekistán, y la sometió a dos invasivos exámenes vaginales, un examen anal y otros tratos profundamente degradantes, como obligarla a orinar en su presencia. La policía buscaba una tarjeta de memoria en la que Urlaeva había documentado violaciones de derechos humanos, pero claramente lo utilizó como pretexto para infligirle gran dolor y humillación. Los abusos infligidos a Elena Urlaeva no son sino el ejemplo más reciente del uso endémico y generalizado de la tortura para intimidar y humillar a los escasos defensores y defensoras de los derechos humanos que quedan en Uzbekistán, y para obligar a presuntos autores de delitos a "confesar". En una carta abierta a Ban Ki-moon, Amnistía Internacional destacaba los terribles casos de otras víctimas de tortura. En su carta, la organización reconocía los esfuerzos realizados por el secretario general en el pasado para que los gobernantes de Uzbekistán rindieran cuentas por las atroces violaciones de derechos humanos y la impunidad casi absoluta que rodea a sus autores. Amnistía Internacional pedía a Ban Ki-moon en su carta que expusiera el caso de Muhammad Bekzhanov, director de Erk, periódico de la oposición prohibido, quien fue encarcelado injustamente después ser torturado bajo custodia y obligado a "confesar" cargos falsos, y que continúa en prisión desde que fue juzgado sin garantías en 1999. También se exponía el caso de Azam Farmonov, torturado y declarado culpable en 2006. Aunque su liberación estaba prevista para el mes pasado, la pena de cárcel impuesta a Farmonov ha sido ampliada otros cuatro años, táctica manifiestamente ilegal según el derecho internacional pero usada habitualmente por las autoridades para dejar en segundo plano a activistas y opositores. “Promover los derechos humanos es primordial para el trabajo de la ONU, y respetar la prohibición absoluta de la tortura es una obligación de todos los Estados miembros, incluido Uzbekistán. El secretario general tiene la oportunidad de abordar el vacío creado por Estados individuales que actúan de acuerdo con sus mezquinos intereses particulares y obligar a las autoridades uzbekas a rendir cuentas por los abusos sistemáticos y atroces que vienen perpetrando contra sus ciudadanos desde hace tantos años”, ha afirmado John Dalhuisen.