Este año, las celebraciones del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, marcarán un hito en los derechos de las mujeres. Poco después de esa jornada, los líderes mundiales acudirán a la sede de la ONU en Nueva York para hacer balance de lo que han conseguido en los 20 años transcurridos desde la histórica reunión de Beijing, donde prometieron proteger y promover los derechos de las mujeres y las niñas en todo el mundo. La Dra. Renu Adhikari, una de las muchas activistas que asistirán a la sesión, nos cuenta los progresos que ha observado en los dos últimos decenios. Trabajo por los derechos de las mujeres en Nepal desde hace 24 años. Empecé en los ámbitos de la trata de mujeres y el VIH. Había conocido a una chica víctima de trata, y su historia me hizo reflexionar sobre si debía seguir siendo médico o si, por el contrario, debía comenzar a hacer algo por los derechos de las mujeres. A pesar de que en esa época no tenía ni idea de qué era una ONG, en 1991 creé el Centro de Rehabilitación de Mujeres (WOREC) motivada por el entusiasmo con el que deseaba defender los derechos de las mujeres.
Cuando empecé a ir a las aldeas, descubrí que existía una discriminación estructural y que era necesario profundizar más en los derechos de las mujeres. En una ocasión, conocí a una mujer que se quejaba de dolor de espalda en un campo de salud. Cuando la examiné, encontré un trozo de zapatilla de goma en la vagina. Al extraerlo, salió parte del útero, junto con pus, sangre y flujo vaginal. Me estremecí. La mujer me contó su historia. Se había casado a los 13 años y, a los 19, ya había pasado por cuatro embarazos, incluidos dos abortos espontáneos. A los 23 años sufrió prolapso uterino y su marido se había casado con otra mujer. Al ejercer de madre soltera tuvo que trabajar más duramente. En aquella época, hace 23 años, no se hablaba del prolapso uterino. Comencé a escribir y hablar sobre el asunto. No fue fácil: mis colegas de profesión me estigmatizaban preguntándome “¿por qué sólo habla usted del útero?”, pero yo contaba con una buena amiga (y aliada), la Dra. Aruna, y empecé a hacer campaña. Enseñaba a las mujeres cómo usar el anillo vaginal y también hice campaña para poner fin a la violencia de género en los ámbitos comunitario, estatal y nacional. El camino hacia Beijing En 1994 asistí a dos reuniones preparatorias, celebradas en Nueva York, para la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, que tendría lugar posteriormente en Beijing. Como mi especialidad era la medicina, al principio no sabía nada sobre derechos o indicadores sociales. En aquel momento no tenía grandes expectativas. Aunque no siempre entendía los debates, enseguida me di cuenta de que en ese foro podía hablar sobre cuestiones como el prolapso uterino y los derechos sexuales y reproductivos, que no se estaban tratando mucho. Allí había miles de mujeres, por lo que podía ampliar mi red de contactos y aprender de otras activistas de los derechos de las mujeres. Muchas veces, mi madre lloraba cuando la gente la preguntaba: “¿Qué está haciendo tu hija?”. En esas ocasiones se me antojaba que había hecho algo malo. Pero los preparativos para la conferencia de Beijing me confirmaron que estaba en el buen camino al fin y al cabo. Me sentí empoderada por el proceso. El legado de Beijing Hay momentos de la historia en los que todo se acumula y sale a raudales. Así fue Beijing. Tras una intensa labor de promoción y denodados esfuerzos de los grupos de derechos de las mujeres, se adoptó la Plataforma de Acción de Beijing, gracias al poder de las redes y a la colaboración de diversos grupos y personalidades de todo el mundo que se reunieron en Beijing. En Nepal, estábamos en una época en la que los activistas empezábamos a poder hablar de democracia y derechos humanos, y la Conferencia de Beijing era la plataforma adecuada para tales debates. Tras la Conferencia se creó el Ministerio de la Mujer en Nepal. Eso era lo que reivindicábamos y la Conferencia de Bejing lo hizo posible, por lo que el logro fue muy significativo. Sin embargo, cinco años después, la política perdió fuerza. El espíritu político de los movimientos de derechos de las mujeres se desdibujó y la Plataforma de Acción de Beijing quedó diluida en los Objetivos de Desarrollo del Milenio. A continuación, la incorporación de la perspectiva de género sustituyó a las reivindicaciones sobre los derechos de las mujeres. Por ejemplo, en Nepal, los proyectos de incorporación de la perspectiva de género se redujeron a meros gestos simbólicos. No se abordaron los asuntos políticos y estructurales relativos a los derechos de las mujeres, y la igualdad no consiste en dar un puesto a una mujer aquí y a otra allá. 20 años después Emprendí mi andadura extrayendo un trozo de zapatilla de goma de la vagina de una mujer en un campo de salud. Después de 20 años de tanta energía y trabajo sobre prolapso uterino y discriminación de género, participaba recientemente en un campo de salud cuando extraje de la vagina de una mujer una larga tira de tela que ella usaba para sostener el útero, y eso que sólo estaba a 10 km de un hospital público. Los activistas de los derechos de las mujeres sacaron a la luz las cuestiones en Beijing, pero la gravedad de los problemas acabó difuminándose. Se concibieron proyectos, pero no llegó a haber cambios estructurales. La reunión de la ONU que se celebrará en marzo para revisar el progreso alcanzado desde la Conferencia de Beijing será el momento propicio para reflexionar, comprobar qué hemos conseguido e impulsar esos logros. Pero hemos de tener mucho cuidado con lo que no ha funcionado en el mundo. Por eso, 20 años después, quiero estar allí y participar en el debate sobre los derechos de las mujeres.